sábado, 31 de marzo de 2012
Un regalo de Navidad
©Andrés Díaz Marrero
Dedicado a mi nieta Anaís
Los niños la habían recibido como regalo de Navidad.
Kiki era pequeña, blanca y con un lunar color café en la punta de la cola. La primera noche que pasó en su nueva casa se mantuvo acurrucada, en silencio y sin moverse. Pero tan pronto amaneció comenzó a ladrar. Los ladridos despertaron a toda la familia.
"¿Será que tiene Hambre?" dijo su dueño, un niño de siete años. Y le puso un plato con comida, pero la perrita ni lo probó. Kiki continuó ladrando.
"¿Será que tiene sed?" dijo la mamá del niño y le puso un recipiente con agua. Pero la perrita no bebió ni una sola gota. Kiki continuó ladrando.
"¿Será que quiere salir al patio?" dijo la hermanita del niño y le abrió la puerta para que saliera al patio. Pero Kikí no salió, y continuó ladrando.
"¡Ya sé lo que pasa!" dijo el niño. Fue hasta donde la perrita y la levantó del suelo. Kiki dejó de ladrar. El niño la abrazó contra su pecho y dijo: es que echa de menos a su mamá. Se asusta cuando se siente sola. Necesita cariño y amor. Todos estuvieron de acuerdo. Desde entonces la perrita Kiki fue parte de la familia.
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