sábado, 31 de marzo de 2012
JULIO CONEJO
En el hospital municipal de San Juan de Puerto Rico nació un niño, hijo
primogénito de Sebastián Cedeño y Celeste Betance. Hacía años que querían tener un hijo
y por fin se les habían cumplido sus deseos. Cuando la madre quiso ver al recién nacido,
el doctor la complació y se lo puso en sus brazos. Ella empezó a llorar de alegría, pero
también se asustó al verlo y exclamó: “Es un monstruo doctor, no es mío”. El doctor, con
mucha calma, le explicó:
-Doña Celeste, su hijo es un niño saludable; sólo que tiene las orejas más grandes
que los demás niños, pero eso se le puede corregir cuando cumpla 2 años.
Doña Celeste tenía vergüenza de tener un hijo que fuera la burla de sus amistades y
por eso no quería ir a ningún sitio con él.
Un día decidió ir al río Grande de Loiza. Era de noche. El niño tenía ya un año y lo
puso en un canasto. Cuando iba a ponerlo en las turbulentas aguas esperando que alguien
se hiciera cargo de él (algo parecido al pasaje bíblico que explica la vida de Moisés), se le
presentó un sacerdote budista:
-Mujer -le dijo-, no hagas eso.
-¿Quién es usted? -preguntó ella.
-Yo soy Buda -respondió este extraño ser regordete vestido con una túnica marrón
y de penetrante mirada-. Nací en la India, un país lejano que está en el continente
asiático. Soy el iluminado, vengo a llenarte de alegría y darte las enseñanzas de la
felicidad. Tienes que ser bondadosa y ser positiva. Ama a tu hijo y siéntete
orgullosa de este obsequio de Dios, sólo así tendrás la paz eterna. Ese niño que tienes en tus manos nació en diciembre, igual que yo e igual que el hijo de Dios
Jehová, nacido en Belén, hijo de María y José. Tu hijo seguirá el Dharma y te
traerá grandes satisfacciones; regresa a tu hogar, ámalo y no te avergüences de él.
Ella se arrepintió de lo que trataba de hacer y, para sentirse mejor, se mudó a un
barrio de Arecibo, donde nadie los conocía y, cuando el niño empezó a ir a la escuela, lo
enviaban con un gorrito que cubriera sus orejas para evitar la burla de sus compañeros.
Así creció Julio; era el mejor alumno, se destacaba en todo y, en especial, en los
deportes. Cuando tuvo nueve años empezó a jugar al baloncesto; era el deporte que más
le gustaba y su equipo siempre ganaba muchas medallas. Todo el pueblo quería a Julio y
se asombraba de la rapidez con que hacía los pases y los donqueos en cada partido en el
que participaba. Un día en que estaban celebrando el campeonato, uno de sus amigos le
quitó el gorro que siempre llevaba y que cubría sus orejas. Julio se quiso tapar con las
manos sus orejas pero ya todos se habían dado cuenta y algunos empezaron a burlarse de
él.
-Con razón saltaba tan alto, ¡es un conejo!-, dijo un compañero en son de burla-. --
¿Por qué no te cortas esas orejas para que te veas normal?- le dijo otro.
La profesora Noris, que sabía de su caso y había guardado por años aquél secreto,
reunió a los niños en el salón mientras Julio se quedó en el balcón de la escuela y empezó
a llorar. La profesora Noris Mc’Osorio, que aparte de su trabajo era también trabajadora
social, calmó a los niños y los reunió en el salón de clases. Llamó a Julio y lo sentó a su
lado y empezó a hablar a los alumnos.
-¿Por qué ustedes son tan crueles? Se burlan de Julito porque tiene las orejas
grandes. ¿Acaso no nos ha puesto en primer lugar y hemos sido campeones en
básquetbol y se ha esforzado por lograr medallas en este deporte y en otros más?
Siéntanse orgullosos de él y cada uno lo tienen que aceptar así. Yo quiero que
cada uno de ustedes se acerque a él y se disculpe por lo sucedido.
Todos los niños lo hicieron y le dieron la mano. Las niñas lo abrazaron y lo
besaron en la mejilla.
Ya Julio se sentía bien y no le importaba lo que la gente pensara. Él continuaba
destacándose en el deporte que más amaba y llegó a estudiar en el instituto, donde
también sobresalió. Las orejas las usaba como alas de avión cuando jugaba en el
polideportivo y se iba formando como armador y encestador. ¡Era el héroe del colegio de
Arecibo!
El hombre que dirigía el equipo nacional para viajar a México a participar en los
juegos bolivianos, licenciado Héctor Miró, se sentía preocupado porque el equipo de
basquetbol que nos iba a representar en esos campeonatos no era lo suficiente fuerte
como para enfrentarse a los equipos de los otros países, que tenían jugadores fuertes, altos
y con mucha experiencia.
Un día, un compañero de estudios de Julio tocó la puerta del señor Miró. Después
de saludarlo le dijo lo siguiente:
-Señor, en nuestro equipo de Arecibo tenemos un compañero de clases que es un
jugador que podría ser muy valioso para la selección nacional. ¿Por qué usted no habla
con él?
-¿Qué edad tiene? -Dieciséis años, señor. Es muy joven; pero como es un torneo amateur quizás
pidiéndoles permiso a sus padres podríamos reclutarlo para que nos represente
con el equipo nacional.
-¿Cuándo puedo verlo jugar?
-Este próximo domingo jugará por el equipo de Arecibo contra el colegio de
Ponce. Sólo quiero anticiparle que Julito tiene las orejas largas y esto pudiera ser
un obstáculo para los campeonatos.
-Yo creo que no va a ser un obstáculo- respondió el señor Miró. Y poniéndose de
pie el señor Miró le dijo a Rafaelito, amigo de Julio: obsérvame cuando camine y
corra.
-No noto nada señor.
-Hijo, yo tampoco soy perfecto; sin embargo podía encestar inclinando mi cuerpo
sobre el pie izquierdo y llegué a jugar en grandes ligas y me hice famoso ¿Sabes
por qué? Porque tengo dos pulgadas más largo el pie derecho. Tú no lo notas
ahora porque tengo unos zapatos especiales; pero cuando jugaba usaba tenis
normales y todo el equipo lo sabía y nunca fui subestimado. Por eso quiero
conocer a tu amigo.
Rafaelito se sorprendió de lo que estaba escuchando y llevó al señor Miró al
estadio bajo techo de la cancha de Arecibo. Ese día Julio, que siempre promediaba 29,2
puntos por juego encestó 36 puntos, 3 rebotes y dio 11 asistencias para llevar a su equipo
al campeonato nacional inter escolar.
Después de ver a ese joven el señor Miró reclutó a Julio para formar parte del
equipo nacional que iría a los campeonatos bolivianos.
Con Julio el equipo ganó los campeonatos internacionales de basquetbol y trajeron
para nuestro país las medallas de oro.
Ya Julio era conocido a nivel internacional aunque continuaba estudiando. Cada
vez que participaba en un campeonato y encestaba una canasta todo el público gritaba
gol: “gol, goooooooool”, haciendo alusión al fútbol que también le gustaba practicar y
también le gritaba a las gradas: “Bravo, Conejo, bravo”.
Su equipo ganó el campeonato dos años seguidos .Ya Julio tenía diecisiete años y
estaba preparándose para ir a la universidad, cuando un día llegó a su puerta un
representante del equipo campeón de la N.B.A ofreciéndole un contrato millonario, el
cual aceptó.
En las primeras pruebas hacia todo como un genio y ya en la cancha empezó el
público a llamarlo Rabbit. Su nombre, the Puerto Rican Rabbit, salía en primera página
de todos los periódicos de los Estados Unido. Julio the Rabbit, el genio, el monstruo,
volvió a ganar con su equipo, anunciaban los narradores deportivos..
Julio ya tenía dos años en la N.B.A. pero se sentía triste. Un día, su amigo de
Boulder, Omark Ferreira, experto en computadoras, lo llamó y le dijo:
-Julio, ven a ver lo que he encontrado en un web site de la computadora.
Julio fue a ver y cuál no sería su sorpresa al ver que en el email había una
fotografía de una mujer muy linda pero con orejas largas como él. El mensaje decía así:
-Me llamo Agnes O’Hara. Soy hija de inmigrantes irlandeses nacida en Australia.
Tengo dieciocho años y estudio para ser veterinaria en Melbourne. Quisiera tener
comunicación con otros amigos. Muchos jóvenes me rechazan por tener las orejas largas, tal como usted puede ver en la fotografía. Aquí me apodan Agnes the
Rabbit. Estoy muy triste.
Al leer esto Julio le dijo a su amigo Omark:
-Yo también tengo dieciocho años y no tengo novia y esta joven es como yo;
quiero conocerla.
Omark hizo los planes y por internet comenzaron a hablarse. Ella vino a Puerto
Rico a conocerlo en persona y se encontraron por primera vez en el aeropuerto Muñoz
Marín. Él después la llevó a conocer la isla de su familia, que vivía en Naranjito, y
también la llevó a Arecibo, a conocer a la parte de la familia que vivía allí. Así estuvo
conociendo toda la isla y San Juan la capital. Mirando las playas y Luquillo, Agnes le dijo
a Julio: “Este es un lugar hermoso, me gustaría vivir aquí”.
-Yo también quiero que estés a mi lado y que aquí seamos muy felices- le
respondió Julio.
Fue un amor a primera vista. Más tarde se casaron y, aunque no tenían los cuajos
(las orejas) grandes como ellos, a los tres hijos que tuvieron los llamaron:
Shariff Rabbit
Víctor Rabbit
Sandro Rabbit.
Viven felices en Puerto Rico, pues TENER DEFECTOS NO NOS QUITA EL
DERECHO DE SER FELICES.
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Cuento de Eduardo Méndez.
25 de diciembre de 2006
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